La Hijastra Desatada: Tentación en el Diván
Descripción
La sesión de terapia familiar era una farsa, una excusa para algo mucho más prohibido. Sofía, una pelirroja ardiente con un cuerpo que despertaba pasiones, se encontró a solas con su padrastro, Ricardo. El ambiente estaba cargado de una tensión tácita, un cóctel de anhelos prohibidos y lujuria latente. Siempre se había sentido atraída por su presencia imponente, por la forma en que sus ojos la devoraban, por la manera en que su voz le provocaba escalofríos. Hoy, llevaba un vestido que apenas contenía sus curvas, un acto deliberado de seducción. Ricardo, un hombre de fortaleza silenciosa, solía mantener una fachada estoica, pero hoy, el control pareció flaquear. Su mirada se detuvo en sus pechos, en la redondez de sus caderas. Aclaró su garganta, el sonido denso de deseo reprimido. "Entonces, Sofía", comenzó, con voz ronca, "¿cómo vamos a abordar estos... problemas familiares?" Ella lo miró a los ojos, una sonrisa juguetona en sus labios. "Creo que deberíamos abordarlos directamente, Ricardo", susurró, su voz llena de una dulzura peligrosa. Se levantó lentamente, la tela de su vestido pegándose a su piel, revelando la plenitud de sus formas. Sus pechos se tensaron contra la tela, y su trasero llenaba el vestido a la perfección. Él la observaba a cada movimiento, con los ojos muy abiertos. La invitación tácita flotaba pesada en el aire. Ella se acercó un paso, su aroma, una mezcla de vainilla y algo salvaje, envolviéndolo. "He deseado esto durante tanto tiempo", susurró, su aliento caliente contra su oído. Su mano encontró su camino hacia su pecho, sus dedos trazando el contorno de sus músculos. "Ya no somos familia, ¿verdad?" La verdad tácita flotaba entre ellos, un catalizador para la pasión que estaba a punto de estallar. Ricardo finalmente cedió, su resolución se derrumbó bajo el peso de su deseo mutuo. La alcanzó, su tacto tan hambriento como su mirada. La farsa terapéutica había terminado; la verdadera terapia, la terapia de la carne, estaba a punto de comenzar. El aire de la habitación se espesó con la anticipación, y la promesa de puro placer, sin adulterar.
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